miércoles, 10 de agosto de 2005

mascullando

Sale uno del trabajo tan cabreado a veces (tan a menudo ya que casi habría que escribir a diario) que, en el viaje de vuelta a casa, cuesta trabajo centrarse en la lectura, y hay tardes que ni una página se avanza...

Bah...


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En el libro, el primer texto habla de Centauros del desierto, esa película majestuosa y terrible de John Ford, ya saben. De la relación que tuvo el autor, Lethem, a lo largo de su vida, con el film. Dice cosas interesantes, no ya al respecto de Ford o de Wayne, que no: lo hace sobre los géneros, sobre los códigos y su contextualización. Me explico: él viene de una tradición intelectual de las de órdago, con padres contraculturales y formación de corte europeísta y sesentaiochista, por así decir. La gente con la que se movía se sabía de memoria todo Godard, pero de esos directores americanos a los que los franceses, por cierto, idolatraban (eso: Ford, Hawks...) no sabían ni papa; ¡western de Hollywood, y de los años cincuenta! ¡¡Anatema!! La primera vez que vio la película, en una especie de cineclub universitario, el resto del público se partía de risa, o se largaba directamente. No la entendían. Estaba codificada para otro contexto, digamos...


En fin, que no he podido evitar volver, mientras lo leía, sobre lo de siempre: códigos genéricos, códigos mediáticos... ¿Por qué la gente, depende qué gente, no lee tebeos? No creo que sirvan de mucho Persépolis, Maus o... ¿algo más? El problema está en el medio mismo: el lector medio no lo es de Historieta, porque el lector medio ha desaprendido a leerla al poco de ingresar en la adolescencia, más o menos. Taniguchi quizá sería un excelente ariete para rendir públicos nuevos, pero como decía hace unos meses, tiene un problema: utiliza viñetas para contar sus historias.


Y luego están los códigos de género... A ver si nos vamos desengañando: nada con superhéroes va a convencer a nadie de que los tebeos no son para chavales con problemas para socializar. Nada con gente vestida con taparrabos y con un espadón en la mano va a hacerlo, tampoco. (Y nada con ratones antropomorfos, ya que estamos...) ¡Codigos, por amor de dios! Pero si hay gente que, directamente, no tolera elementos fantásticos o tecnológicos en su best-seller de aeropuerto...


(En otro espacio digital, cierta cantidad de lectores consideraban los primeros volúmenes de Terry y los piratas, editados con torpeza ejemplar por Planeta, aburridos, infantiles, indignos de su leyenda. Muchos de ellos se aburrieron, también, con Rip Kirby. No sé cuántos de ellos verían hoy, enterita, Centauros del desierto... ¿Cuántos la disfrutarían como lo que es, una obra de arte?)


Códigos, insisto... (Como si el público distinto estuviera ahí, aguardando en la librería generalista a que Frank Miller edite sus fantasías de cinema noire en un formato que parezca respetable para lanzarse sobre las páginas y disfrutar de ellas...)


Códigos: ¿cuánta gente que no ha leído superhéroes nunca podría leer The Dark Knight Returns o Year One? Leerlo y entenderlo, apreciarlo en su totalidad... (Entenderlo, en fin: con eso sería suficiente.) Sé que esto lo he dicho ya en otros lugares, quizá sobre papel, no sé... y me parece que es hablar una y otra vez de algo que ya todos sabemos... pero a veces me da la impresión de que hay una pared contra la que nos empeñamos todos (pero todos) en darnos cabezazos, una vez, y otra, y otra más...