La belleza de lo descomunal, de la pura narración descabellada. En ella hunden sus raíces los autores de esa nueva BD que nos llega con cuentagotas: David B, Sfar, Blain, Larcenet...
Leí anoche Urani, un libro resuelto a cuatro manos por los dos primeros y editado en la ya legendaria colección Poisson Pilote, de Dargaud. Es todo un despropósito, con un tigre de pasado oscuro y presencia regia, con una superheroína subvencionada por la Unión Europea y que es una giganta rubia de memoria frágil y manos corrosivas. Con una ciudad que hunde sus raíces en la Europa arquetípica, unas raíces que comparte con Yggdrasil, el árbol primigenio. Una ciudad construída alrededor de un cementerio y que genera las pesadillas más extrañas en sus habitantes.
Episodios cortos, a cargo de Sfar o de David B, alternativamente. Un festín para el lector hambriento de historias y de misterios. Una celebración del género (el folletón), tan querido por cierta cultura (con minúscula, sí: es la cultura que a mí me importa, la pequeña, la común, la que genera permanentes novedades a mi alrededor, la que no me trata de usted y con desprecio); tan querido, decía, por cierta tradición cultural (popular) francesa.
¿Quién dijo que no hay tebeos nuevos, que los géneros murieron, que ya es todo aburrido en nuestro papel impreso?