lunes, 1 de agosto de 2005

agosto

Buenos días.

Sí, hoy es el primer día de agosto. Uno de eso meses que no se definen del todo, uno de esos tiempos en que todo alrededor parece accidental, provisional: los bares de costumbre cierran, como cierran los kioscos, los puestos del mercado, los programas de televisión o ciertas secciones del periódico. Uno debe cambiar sus rutinas, aunque sea mínimamente... con lo que tiene eso de desconcierto y de incomodidad.

Claro que esos cambios, a veces, acaban por ser definitivos. Porque descubres otra panadería en la que te atienden mejor, o que tiene bollitos más tiernos. O a lo mejor regresas al kiosco que abandonaste el año pasado, o encuentras otro mejor, más surtido. O entras en ese bar que te daba pereza y te encanta, contra todo pronóstico...


Un mes, en cualquier caso, raro.


Hubo un tiempo en que Madrid se quedaba vacío, ciudad fantasma, sombra de sí misma. Pero de eso hace ya mucho. Ahora, si bien es cierto que se ve menos tráfico y hay menos gente en la calle, ni por asomo podríamos decir que la ciudad se queda desierta...

(Eso sí: el transporte público se ralentiza; menos trenes, menos autobuses, hacen que vayamos tan ensardinados como durante el resto del año, pero las esperas sean más prolongadas.)


Pero Madrid está tan bonita en agosto como durante el resto del año, eso sí.


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(Perfecto ejemplo, aquí arriba, de entrada banal y que casi pareciera de compromiso... El calor es lo que tiene: ha vuelto por sus fueros, y a mí me agota cada día más. Puf...)


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Aviso a navegantes, por cierto: que esta noche regresa El ala oeste a la 2 de nuestra televisión.

Yo, por mi parte, igual hago esta mañana alguna incursión por ahí, en busca de más lecturas o algo... (¿Música?) Ya les contaré luego, a la que caiga la noche...