Uno amanece con tebeos en Babelia, un gesto que se diluye en el tono insustancial de la cosa.
Unos días antes, el jueves, el mismo periódico incluyó en sus páginas un reportaje sobre Periplo imaginario, la exposición que se ha inaugurado en Siena en torno a Hugo Pratt con motivo del décimo aniversario de su muerte. (Diez años ya, sí... Mejor no insistir en lo del paso del tiempo y eso...) Acuarelas, páginas de sus historietas... y una sensación general de que se rinde tributo a un artista, a alguien importante, a un narrador; a un creador.
El artículo era digno, incluso emotivo.
Diez años ya... No se entiende la Historieta moderna sin Hugo Pratt. Fue el primer clásico que rompió moldes sin abandonar la tradición. Fue un narrador, ya está dicho; con todas las consecuencias. Para él, el dibujo no era más que otro elemento narrativo, como las palabras, como los lugares, como los personajes. Se inició como seguidor aventajado de Caniff y Robbins, y acabó en un grado de abstracción y síntesis que muchos no han entendido: sus últimos álbumes son de una belleza plástica, de una desnudez y de una pureza arrebatadoras.
Muchos autores de hoy le deben casi todo, incluso si no lo saben...
Nosotros le debemos el placer que Corto y un buen montón de sus personajes nos han proporcionado.