Es una serie que leo en inglés, en los tomos que van compilando las entregas mensuales. No es un título que me entusiasme, aunque debo reconocer que su lectura llega a ser estimulante en ocasiones. El trabajo de Risso, su dibujante, es eficaz. Está muy por encima del trabajo de otros artistas que trabajan en el sello Vertigo, y muy por encima de muchos historietistas que trabajan en el mercado norteamericano. Y eso que su estilo es cada vez más una pose, una fórmula a veces cansina.
Los guiones de Azzarello, por su lado, son brutales, en una línea no muy lejana de lo que Tarantino empezó a hacer en sus primeros trabajos. (Son, además, una auténtica clase magistral de slang: hay diálogos perfectamente incomprensibles, pero de fonética rítmica y precisa, casi parecen recitados hip-hop.)
Mi problema con 100 Bullets, lo admito, es que la trama central, la peripecia que vertebra la serie, todo el asunto de los minutemen y la guerra de bandas y demás... pues que me da igual. Que me aburre. Que, además, hace ya dos o tres tomos que me perdí y no acabo de aclararme... Así que leo cada nuevo libro casi de nuevas. Quizá por eso hay episodios que me parecen brillantes, espectaculares, y otros me parecen auténticas cagadas. Este último libro, Strychnine lives, tiene unos cuantos de los primeros y alguno de los segundos.
Lo mejor, eso sí, sigue siendo el trabajo del portadista, Dave Johnson. Inventivo siempre, narrativo, icónico y atmosférico.
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