viernes, 28 de julio de 2006

esta noche

Huele a lluvia. La nieve se fundió a lo largo del día, la tierra se ennegreció.

El cielo está despejado, las estrellas brillan como cristales de hielo.

Una sombra se desliza, lenta, sobre las azoteas.

El dirigible está en pruebas aún, según leo. Ya sorprende que el alcalde, empeñado como está en horadar la ciudad, obsesionado con el subsuelo y los cimientos, haya decidido ocuparse del cielo un poco.

Serán varias líneas, serán alternativas al resto de los transportes públicos. Helio, claro; queda lejos el Hinderburg y la lluvia de fuego...


(Está helando... Casi puede uno ver cómo cuaja la escarcha. Hora de cerrar la ventana. Hora de meterse en la cama. El día ha sido largo...)

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