Guardo las cartas que van llegando en una caja pequeña de madera. Tiene, en la tapa, una estampa japonesa: un jardín con su puentecito, azul y negro y oro.
Las leo despacito y voy ordenándolas por remitente y fecha. Me gusta releerlas de cuando en cuando.
Las cartas de Marte no. Las cartas marcianas las guardo aparte, y tengo que limpiar casi a diario los zarcillos rojos, los brotes tiernos que amenazan con aferrarse al escritorio e invadir la habitación.
Hoy había otra en el buzón. El remite, en blanco. Cuatro folios escritos con letra apretada y por las dos caras. Una fotografía desvaída y un aroma salado, como de playa con marea baja.
2 comentarios:
¡Qué suerte recibir todavía correspondencia tradicional! y más con aromas, colores y vida
Qué organizado todo, y qué bonitas cajas, creo que me han dado ganas de ir a organizarme los armarios...
Feliz tarde (hoy le invadí casi la casa pero invitaba a pasar...)
Mi casa es su casa, no faltaba más...
:)
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